Hay días en que las peatonales
porteñas están especialmente trabadas para transitar y una carrera de
obstáculos se inaugura ante tus ojos, tan pronto pisas Lavalle o Florida.
Nunca faltan los turistas (gracias
al cambio y al subdesarrollo), que taponan los carriles rápidos peatonales, tirándose
en picada como kamikazes, sobre cualquier vidriera que tenga el cartel de Tax
Free o el Sale Off, tacleando a lo All Blacks a cualquiera que se cruce entre
sus ojos y su objeto en oferta.
Me da la impresión que la cosa se
profundizó en los últimos tiempos, ahora que las “tiendas de objetos” ex bazares, las “tiendas de café” ex cafeterías, o las “tiendas de helados” ex heladerías (ésta para mí es la más ridícula
de todas), prosperan y proliferan gracias a esa extraña movida de nuevos
emprendedores que nombran “tiendas de”
a sus negocios para tener a los hipsters mas pendidos que tele de conserje.
Esto ha dado como resultado que una
horda de viejos y tradicionales dueños de grandes marcas, reacios a sucumbir a
esta moda, radicalizaran su estrategia y reforzaran sus cartelones con millones
de palabras en inglés: I love u mom!!! Dice prune, etc, etc… y entonces, todo
está a la vista de aquellos ojos globalizados, todo más fácil para la mirada
ajena. Y ahí los ves, brasileros, yankies, todos los en picada hacía las
vidrieras y vos esquivándolos!
Pero no podemos echarles la culpa de
la lentitud peatonal solamente a ellos, por su parte, las plataformas femeninas
han ayudado mucho también. Por día es muy común encontrar alguna que otra
retacona inexperta, que decidida a levantarse a algún compañero de trabajo o al
jefe, se clava los zancos, vuelca en el camino y paraliza de risa la fila.
Ayudan también los señores de antes
con su tiempo de antes, los adictos al celu, en fin, cada uno aporta una traba
particular.
Cuando esto sucede, rogás por llegar
al subte de las “menos veinte”, ese que todavía guarda los dos últimos asientos
destinados al afortunado que menos trabas encuentre en el camino. Y tus
opciones se reducen a dos:
La primera: empezar a romper extremidades
tal como lo hace la mayoría, sin dejar de pedir perdón con una sonrisita que
presume ser cordial pero que a leguas uno sabe que es forzada.
La segunda: es la que te quiero
hacer llegar a vos o la que me funciona a mí. Sacar a relucir las caderas.
No importa sino tenés… acordate de
Adam Samdler en Happy Gilmore. Hablo
de caderas para evadir situaciones, esas caderas para evitar el sopapo que tu
vieja te tiraba sin preavisos en la mesa del comedor, cuando algo se salía de
control.
Un buen movimiento de caderas que se
activa con un temita que te enganche con su inercia. Yo pongo Play y comienza el juego. Me dejo llevar: I've got
the moves like Jagger… I've got the moves like Jagger, un paso luego el otro y
la gente va quedando atrás boquiabierta y si viniésemos equipados con espejos retrovisores,
los verías tirados a lo lejos como
conitos naranjas sobre rutas en reparación. Nada ni nadie te para... la gente
comienza a abrirse paso ante tus movimientos, algunos distraídos quizás no te
advierten desde temprano pero al aproximarte, el fuego en tus caderas quema y
al toparse con vos, solos se apartan de tu camino.
Probalo, prometo que antes que
termine el tema estarás sentado de regreso a casa.
La Maga
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario